Señales en el Mundo y la Sociedad: La inmoralidad parte II
El debilitamiento de la familia y la pérdida de valores tradicionales reflejan una crisis moral profunda que afecta la estabilidad social y espiritual. El aumento del divorcio, la disolución del hogar y la ausencia de figuras parentales están generando consecuencias graves en el desarrollo de niños y jóvenes. Este fenómeno, advertido en la Biblia y por Elena G. de White, evidencia la urgente necesidad de restaurar el modelo familiar divino como fundamento de una sociedad justa, sana y con principios sólidos.
5/8/202412 min leer


En la publicación anterior abordamos el alarmante deterioro de la moralidad en el siglo XXI, evidenciado en el auge del relativismo moral, la violencia, la hipersexualización y la pérdida del respeto por los principios divinos. Analizamos cómo estos fenómenos han desafiado los valores absolutos establecidos en las Escrituras y promovidos por la Iglesia. Ahora, en esta segunda parte, profundizaremos en una de las consecuencias más visibles de esta crisis: el debilitamiento de la familia y la progresiva erosión de los valores tradicionales que históricamente han sostenido la estructura moral de la sociedad.
El Debilitamiento de la Familia y los Valores Tradicionales
La estructura familiar ha sido tradicionalmente considerada como la piedra angular de la sociedad, encargada de proporcionar estabilidad emocional, social y económica. Sin embargo, en las últimas décadas, hemos observado una transformación profunda en la familia moderna. Según el informe de UNICEF (2023), el número de niños que crecen sin uno o ambos padres ha aumentado significativamente. En muchos países, más de uno de cada cuatro niños crece en un hogar sin la figura paterna o materna, lo que tiene consecuencias graves para su desarrollo emocional y social. Este cambio refleja una crisis en la institución familiar, que ha sido tradicionalmente el fundamento de la sociedad. La falta de una estructura familiar estable puede generar efectos duraderos en los niños, afectando su capacidad para formar relaciones saludables, su rendimiento académico y su bienestar general.
La familia ha sido considerada por la Biblia como el núcleo fundamental de la sociedad. En Efesios 6:1-4 (RVR1960), la Escritura nos instruye claramente sobre el rol crucial de la familia: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra”. Esta instrucción no solo refleja la importancia de la relación padre-hijo en el contexto de la obediencia y el respeto, sino que también resalta la promesa divina de bienestar cuando la estructura familiar funciona de acuerdo con los principios establecidos por Dios. La familia, según la Biblia, es la base sobre la cual se edifica una sociedad saludable y moral.
Sin embargo, el debilitamiento de la familia como institución refleja el colapso de los valores tradicionales que han sido esenciales para la estabilidad y el bienestar de las sociedades humanas. Este deterioro en la estructura familiar se ha visto reflejado en un aumento en los casos de divorcio, la disolución de la familia nuclear y el ascenso de nuevas formas de convivencias familiares que, aunque válidas en ciertos contextos, muchas veces carecen del apoyo estructural y emocional de la familia tradicional. Según un informe del Banco Mundial (2023), las tasas de divorcio han aumentado un 50% en muchas naciones desarrolladas en los últimos 20 años. Este fenómeno refleja, entre otros factores, el debilitamiento de los principios bíblicos sobre el matrimonio. La enseñanza bíblica sobre el matrimonio, que lo describe como una unión sagrada y duradera entre un hombre y una mujer, ha sido reemplazada, en muchos casos, por visiones más flexibles sobre las relaciones y la convivencia, que en muchos casos no fomentan el compromiso a largo plazo.
El matrimonio, tal como se presenta en las Escrituras, está destinado a ser un pacto sagrado. En Génesis 2:24 (RVR1960) se establece que “por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Este diseño divino muestra que el matrimonio no es simplemente una institución social o legal, sino un vínculo espiritual que refleja el propósito divino de unidad y amor entre los esposos, un amor que debe perdurar a lo largo del tiempo. Sin embargo, la sociedad moderna ha experimentado un fenómeno contrario, con un aumento en las tasas de divorcio y una visión más permisiva sobre el matrimonio y la relación conyugal, lo que ha contribuido al debilitamiento de la familia. Este cambio no solo afecta a la estructura familiar, sino que también tiene consecuencias devastadoras para los niños, quienes son los más afectados por la disolución del hogar.
Elena G. de White, en sus escritos, también aborda la crisis que atraviesa la familia moderna. En Consejos para los padres, los maestros y los estudiantes (1890), White escribe: “El hogar es el lugar más importante para el desarrollo del carácter y la moral. Si el hogar es fuerte, la sociedad será fuerte. Pero si el hogar se debilita, la sociedad se desintegra” (White, 1890, p. 137). Esta cita destaca la importancia fundamental de la estructura familiar para el bienestar de la sociedad en su conjunto. De acuerdo con White, el hogar debe ser un lugar donde los principios morales y espirituales sean enseñados y practicados, creando un ambiente de amor, disciplina y respeto que favorezca el desarrollo saludable de los individuos.
Este debilitamiento de la familia también está relacionado con la crisis de los valores tradicionales que, como se menciona en las Escrituras y en los escritos de Elena G. de White, son esenciales para la formación de una sociedad justa y moral. White continúa en Consejos para los padres, los maestros y los estudiantes: “Los padres deben enseñar a sus hijos la importancia de la obediencia y el respeto a la autoridad, no solo para el bienestar de la familia, sino para el beneficio de la sociedad entera” (White, 1890, p. 140). Aquí, White resalta cómo la falta de una base sólida en el hogar, basada en el respeto a la autoridad y los principios divinos, puede tener consecuencias desastrosas para el individuo y para la sociedad.
El colapso de los valores familiares tradicionales también está relacionado con el aumento de problemas sociales, como el crimen, la violencia doméstica, la drogadicción y la pobreza. Cuando la familia se desintegra, los niños a menudo carecen del apoyo emocional y económico necesario para su desarrollo, lo que puede llevar a problemas de salud mental y social a lo largo de su vida. Según un estudio realizado por el Instituto de Política Familiar (2022), los niños que crecen en hogares disfuncionales tienen un mayor riesgo de desarrollar trastornos psicológicos, conductuales y académicos. Este fenómeno, a su vez, contribuye al ciclo de pobreza y desigualdad que afecta a muchas comunidades en todo el mundo.
Además de estos efectos sociales y emocionales, el debilitamiento de la familia también tiene implicaciones espirituales. La familia, en la perspectiva bíblica, no es solo un núcleo social, sino una institución divina que tiene el propósito de enseñar a los niños a vivir según los principios de Dios. En Proverbios 22:6 (RVR1960), se nos dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Este versículo refleja la responsabilidad de los padres de inculcar principios de rectitud, justicia y fe en los hijos, para que crezcan en el conocimiento de Dios y puedan vivir una vida que refleje esos valores.
El debilitamiento de la familia y los valores tradicionales refleja una crisis moral más amplia en la sociedad moderna. La desintegración de la familia nuclear, el aumento de las tasas de divorcio y la redefinición de las relaciones familiares son indicativos de un declive en los principios que han sustentado históricamente la estabilidad de la sociedad. La Biblia y los escritos de Elena G. de White subrayan la importancia fundamental de la familia como institución divina, encargada de enseñar la moralidad, el respeto y el amor al prójimo. Si la familia se debilita, la sociedad en su conjunto se ve amenazada, ya que los valores que sustentan el orden social y espiritual se erosionan. Por lo tanto, la restauración de la familia y el fortalecimiento de los valores tradicionales son esenciales para sanar los males que afectan a las sociedades modernas y garantizar un futuro más estable y justo.
El debilitamiento de la familia también se refleja dentro de las iglesias, donde las enseñanzas bíblicas sobre el matrimonio y la familia a menudo se ven desafiadas por las realidades sociales actuales. Permitir el divorcio entre los miembros de la iglesia, especialmente cuando no se considera una causa bíblica para ello, puede estar contribuyendo a la erosión de los valores familiares que la iglesia debe promover. La Biblia es clara en cuanto a la importancia del matrimonio como un pacto sagrado, no solo ante los ojos de los hombres, sino ante Dios. En 1 Corintios 7:10-11 (RVR1960), el apóstol Pablo instruye: “A los casados mando, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe del marido; y si se separa, que se quede sin casar, o que se reconcilie con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.” Este pasaje refleja claramente la enseñanza de que el matrimonio debe ser mantenido, y si surgen problemas, las partes deben buscar la reconciliación y restauración, en lugar de recurrir al divorcio.
Además, en Efesios 5:31 (RVR1960), se nos dice: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.” Este versículo reafirma que el matrimonio es un acto divino, destinado a ser una unión permanente, simbolizando la relación de Cristo con su iglesia. El divorcio, en este contexto, no solo es una disolución de una relación humana, sino que también refleja un desdén por la obra de Dios en el matrimonio.
Elena G. de White también aborda este tema en sus escritos, destacando la importancia del matrimonio como un acto sagrado. En Consejos sobre el matrimonio y la familia (1960), White escribe: “El matrimonio es una institución divina, y cuando los hombres y mujeres se apartan de su diseño original, las consecuencias son profundas, no solo en la vida individual, sino también en la vida familiar y social” (White, 1960, p. 87). En este sentido, el divorcio dentro de la iglesia no solo debilita la estructura familiar de los miembros, sino que también envía un mensaje equivocado sobre el compromiso y el respeto a los principios divinos. Elena G. de White resalta que, en lugar de permitir el divorcio en casos donde no hay razones bíblicas claras, la iglesia debe ofrecer apoyo y guía a las parejas para restaurar su relación y mantener el matrimonio, tal como lo establece la palabra de Dios.
Permitir el divorcio de manera permisiva dentro de la iglesia puede contribuir al debilitamiento de la familia como un pilar fundamental en la sociedad y la iglesia, debilitando los principios de compromiso y unidad que deben prevalecer en las relaciones. La iglesia, como comunidad de fe, está llamada a ser un modelo de estabilidad, amor y perdón, y permitir el divorcio sin buscar la restauración de los matrimonios puede socavar esos principios esenciales que deben ser enseñados y vividos dentro de la comunidad cristiana.
La Crisis de la Ética en la Educación y la Cultura
La educación ha sido históricamente uno de los pilares fundamentales sobre los que se construye una sociedad. A través de ella, las generaciones aprenden no solo conocimientos académicos, sino también valores que moldean su comportamiento y su relación con los demás. Sin embargo, en las últimas décadas, hemos sido testigos de una crisis ética en los sistemas educativos globales. Según un informe de la UNESCO (2023), muchos sistemas educativos han dejado de priorizar la enseñanza de valores éticos y morales, lo que ha debilitado la formación de ciudadanos con principios sólidos. En lugar de fomentar el respeto por los demás, la solidaridad y la responsabilidad social, muchos programas educativos ahora promueven el individualismo extremo y la búsqueda del éxito a toda costa, a menudo a expensas de los demás. Esta tendencia ha generado una generación de jóvenes que, si bien altamente educados en términos académicos, carecen de una base ética firme que les permita tomar decisiones correctas en sus vidas cotidianas.
El relativismo moral, la idea de que no existen principios éticos universales y absolutos, ha permeado las instituciones educativas, donde se promueve la idea de que todo depende del contexto y de la perspectiva personal. Este enfoque ha llevado a una generación que vive sin un marco ético claro, lo que contribuye al caos social y la desconfianza. En este contexto, las normas tradicionales que guían el comportamiento moral de las personas se han diluido, creando un ambiente donde cada individuo establece su propia moralidad, sin considerar un bien común. Este enfoque puede llevar a decisiones egocéntricas que afectan negativamente tanto a la persona como a la sociedad en general.
La educación debe ser un medio para inculcar valores sólidos que contribuyan al bien común, pero en la actualidad, muchos sistemas educativos se han alejado de esa misión. Los estudios han demostrado que la falta de enseñanza de valores morales sólidos ha contribuido a la proliferación de comportamientos antisociales y destructivos en la juventud. En lugar de promover la cooperación, el respeto mutuo y la responsabilidad social, muchos programas educativos se enfocan exclusivamente en el éxito personal, a menudo sin considerar los efectos de este éxito en los demás.
La Biblia nos llama a instruir a los jóvenes en los principios de Dios, los cuales son los cimientos que deberían guiar su comportamiento y decisiones en la vida. En Proverbios 22:6 (RVR1960) se dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” Este versículo refleja la importancia de inculcar principios firmes desde una edad temprana, de modo que los jóvenes puedan enfrentar los desafíos de la vida con una base ética sólida. Si la educación no promueve estos valores fundamentales, es probable que los jóvenes carezcan de la sabiduría necesaria para tomar decisiones sabias y justas, lo que afectará la armonía y estabilidad social.
Además, la influencia del relativismo moral en la educación ha sido una preocupación constante para los líderes espirituales, como Elena G. de White. En La educación (1903), White señala: “El propósito de la educación cristiana es formar el carácter, cultivar la mente, y preparar al individuo para servir a Dios y a la humanidad. Sin principios morales sólidos, todo el conocimiento adquirido pierde su valor.” (White, 1903, p. 31). Esta declaración subraya que la verdadera educación no solo debe tratar de adquirir conocimientos, sino también de formar un carácter ético que se base en los principios divinos. Sin esta base, la educación se convierte en una mera acumulación de hechos, sin ninguna guía sobre cómo usarlos correctamente.
Elena G. de White también advierte sobre los peligros del relativismo moral, que ha tomado fuerza en la sociedad moderna. En Testimonios para la iglesia (1902), ella afirma: “El hombre que no se somete a la autoridad de la palabra de Dios no puede ser verdaderamente educado. La educación que no se basa en la verdad de la Escritura conduce al hombre a un camino de caos, confusión y sufrimiento.” (White, 1902, p. 74). Esto resalta el hecho de que, cuando los principios morales no se enseñan dentro del contexto de la educación, las consecuencias son destructivas tanto para el individuo como para la sociedad.
En cuanto al impacto de las leyes civiles en las decisiones de la iglesia, es importante señalar que, a medida que los sistemas legales han adoptado posturas más permisivas sobre cuestiones éticas, como el matrimonio, el aborto o el relativismo moral, las iglesias se han visto presionadas a tomar decisiones sobre cómo alinearse con estas leyes. Sin embargo, la iglesia, en su compromiso con los principios bíblicos, debe ser cautelosa al adaptarse a las normas sociales que contradicen las enseñanzas de la Escritura. En Romanos 12:2 (RVR1960), la Biblia nos exhorta: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Este versículo es claro en cuanto a la necesidad de mantenernos firmes en los principios divinos, a pesar de la presión de las leyes civiles o de la cultura dominante.
En muchos casos, la iglesia ha tenido que tomar posiciones claras sobre temas que están en conflicto con las normas legales, como la protección de la vida desde la concepción, la santidad del matrimonio entre un hombre y una mujer, y el respeto por los principios de pureza y justicia. Al mismo tiempo, el relativismo moral en la educación ha influido en las decisiones de muchos jóvenes, quienes, al carecer de una base ética sólida, pueden ser más susceptibles a ceder ante las presiones sociales y legales. Es por ello que la iglesia debe ser una voz de orientación y educación moral, proporcionando a sus miembros los principios divinos que les permitan actuar con integridad en un mundo cada vez más marcado por el relativismo.
En conclusión, la crisis ética en la educación y la cultura refleja un deterioro más amplio de los valores fundamentales que una sociedad necesita para funcionar de manera saludable. La influencia del relativismo moral y el individualismo extremo ha dejado a una generación sin un marco ético firme, lo que contribuye al caos social. La Biblia y los escritos de Elena G. de White nos llaman a instruir a los jóvenes en los principios de Dios, como el fundamento para una vida recta y justa. Si los sistemas educativos y las iglesias no hacen de la educación moral y ética una prioridad, las consecuencias serán profundas y de largo alcance para la sociedad en su conjunto.
Referencias bibliográficas
White, E. G. (1911). El Conflicto de los Siglos
White, E. G. (1902). Testimonios para la iglesia
White, E. G. (1960). Consejos sobre el matrimonio y la familia
White, E. G. (1903). La educación
White, E. G. (1890). Consejos para los padres, los maestros y los estudiantes Informes y Estudios
UNESCO (2023). Informe sobre la crisis ética en la educación global.
UNODC (2023). Informe sobre la violencia y homicidios globales.
Internet Watch Foundation (2023). Informe sobre el aumento del consumo de pornografía.
Banco Mundial (2023). Informe sobre las tasas de divorcio en naciones desarrolladas.
OMS (2023). Informe sobre la prevalencia global de las enfermedades de transmisión sexual.
ONUSIDA (2022). Informe sobre la propagación global del VIH/SIDA.
Instituto de Política Familiar (2022). Estudio sobre el impacto de la disfunción familiar en los jóvenes.
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